antroposcopio

Oteando ideas, actitudes y comportamientos

Categoría: Polémicos

 


Seguramente hay cosas que me pierdo, que no entiendo y que no puedo valorar con distancia y escepticismo. Pero hay algo intelectual y políticamente hipnótico en Varoufakis: una realidad que no le desmiente, una explicación que encaja, una utopia al alcance, una idea fuerte, honestidad en su defensa y, sobre todo, entusiasmo en su divulgación. Todo ello incluyendo el mantenimiento de la mayor parte del statu quo. Sin revoluciones, sin tábulas rasas, sin nacionalismo y con la razón. Acérquense al manifiesto DiEM25 y a esta TED Talk.

Por una Post-PostAntiPsiquiatria, o Psiquiatría a secas…

Seguramente me estaré metiendo dónde no me llaman, pero hace tiempo que vengo dándole vueltas a la profunda ideologización que, en mi opinión, sufre la Psiquiatría. Por un lado quería organizar mis ideas y, por otro, tratar de contrarrestar algunos argumentos que se reiteran desde varios ámbitos de mi entorno académico, personal y cibernético. Intentaré concretar mis posiciones que, como se puede ya intuir, no congenian mucho con las de algunos de mis interlocutores habituales sobre el tema. Para empezar con los disclosures, no soy Psiquiatra sino neurólogo y hago ciencia, biomédica, de pipeta, reactivos y cultivos en el ámbito de la neuroinmunología. Estoy suficientemente interesado en la psiquiatría como para sentirme relativamente actualizado y suficientemente lejos como para no participar de sus dinámicas (que no siempre son las de la medicina convencional, neurología incluida). Veo a diario pacientes con otras enfermedades con síntomas psiquiátricos debidos a esas enfermedades y veo a diario pacientes con síntomas psiquiátricos co-mórbidos y no relacionados con las enfermedades que trato.

El punto de partida es una simple observación personal: no conozco ningún psiquiatra de mi entorno que haga ciencia básica. Los pisquiatras de mi centro son lo más cercano a ello pero, a pesar de su perspectiva biologicista, están centrados en la terapéutica y, sobre todo, en la imagen. El desencadenante de este post, una sesión reciente presentada en mi servicio, por parte del servicio de Psiquiatría, sobre aspectos neurodegenerativos en las enfermedades psiquiátricas.

En dicha sesión se plantearon muchas cuestiones interesantes, pero hubo un momento curioso. En una pregunta a la presentadora, hice una aseveración que causó mucha sorpresa e hilaridad: «Pues yo creo que los psiquiatras tenéis pocas categorías diagnósticas». Todos los que hayáis llegado hasta aquí os habréis dado cuenta de que en la narrativa standard de las corrientes psiquiátricas críticas (luego nos dejaremos llevar por las corrientes) y no sin cierto oportunismo, uno de los principales motivos de rechazo del manual DSM-V, la biblia de los diagnósticos psiquiátricos, es su meticulosidad diagnóstica. El DSM incluye la categorización como enfermedad de respuestas adaptativas a los problemas de la vida diaria (como el duelo) o la patologización de personalidades o reacciones que podrían considerarse dentro del espectro de variabilidad normal, siempre y cuando no entendamos por normal «varón, blanco, anglosajón, académico, bien posicionado, encargado de decidir quien tiene o no una enfermedad». No puedo estar más de acuerdo con (algunas de) las críticas y, en particular, con esos dos aspectos.

Entonces, ¿por qué digo que faltan categorias diagnósticas?. Vayamos a la raíz del problema. El problema único y exclusivo es que los diagnósticos, tanto los que generan rechazo como los que generan más consenso está basados en la semiología, es decir, en el conjunto de síntomas y signos que hacen (relativamente) homogéneo un cuadro clínico y, por tanto, clasificable bajo un espectro. Esto tampoco sería especialmente grave si en la psiquiatría hubiera «signos», detalles semiológicos objetivables en una exploración física (como, por ejemplo, la ausencia de reflejos o los crepitantes bibasales). Es decir, la clasificación de las enfermedades psiquiátricas se realiza casi exclusivamente en función de los síntomas, de lo que el paciente refiere. Por poner un ejemplo burdo: es como si el manual de diagnóstico endocrinológico clasificara las enfermedades endocrinológicas por la presencia o ausencia de sed. No importa que el diagnóstico real fuera una potomanía, un tumor hipofisario, una diabetes autoimune o la reacción normal después de practicar un deporte extenuante… No, en el hipotético manual constaría: SED. Y se trataría con agua. Una manifestación de una enfermedad psiquiátrica, un tumor, una enfermedad autoinmune o una respuesta fisiológica se tratarían con agua. Donde realmente quiero llegar es a la absoluta falta de marcadores diagnósticos objetivos, de clase alguna, ni biológicos, ni de imagen, la relativa ausencia de esfuerzos sistemáticos por lograr esos marcadores y, lo que es peor, dado el fracaso hasta la fecha en tal empresa, la eventual negación del papel central de lo biológico en la aparición de enfermedad psiquiátrica. Hasta el punto que desde los editoriales de la disciplina hermana, se les tenga que llamar a los psiquiatras al orden un poco…¿Qué puede llevar a un neurólogo científico editorialista a entrar al trapo y llegar a decir que la discusión sobre el DSM-V llega a ser «embarrasingly nasty»? Mejor dicho, ¿qué lleva a que un debate, teóricamente científico, se encone de tal manera? Que, en realidad, no es (sólo) un debate científico. Es un debate ideológico. La ideología aporta un marco de principios a priori desde el que solucionar problemas de la vida real, allá dónde la ciencia no llega, con acciones concretas lógicas, técnicas y económicas  idealmente juzgadas únicamente en base a la convergencia de los resultados obtenidos con los esperables según el marco a priori. Pero eso no es válido para la ciencia en ningún caso. Y cualquier disciplina que pretenda serlo (ciencia), y espero que la Psiquiatría lo pretenda (no lo intentaré con la historia o el periodismo), debe huir, como de la peste, de esa tentación ideologizante. Nadie, de ninguna otra disciplina médica, aceptaría, bajo ningún concepto, la incorporación de un método diagnóstico o de un tratamiento en el proceder normal de una enfermedad sin ceñirse exclusivamente a que ese diagnóstico o tratamiento venga avalado por unos estudios. No es objetivo de este post entrar en si hay mala ciencia y mala farma, que las hay, vaya que si las hay. De lo que hablamos es de aceptar como perfectamente normal, casi de forma standard, que el diagnóstico sea opinable. De aceptar como algo casi consustancial a la disciplina que haya corrientes, escuelas, identificaciones políticas, referentes ideológicos… Me gustaría ver la cara de incredulidad de algún físico al oir hablar a algunos psiquiatras…

Pero volvamos al carril…¿por qué pienso que faltan categorías diagnósticas?. Teniendo en cuenta que la ausencia de marcadores diagnósticos objetivos es general en la psiquiatría, el pollo ya está montado. En el momento en que el diagnóstico sea opinable todo lo que venga detrás está viciado. Porque, ojo, para incluir pacientes en los estudios los incluimos en base a categorías semánticas discretas (tiene o no tiene esquizofrenia). Y como hemos quedado que dichas categorías se organizan en base a unos síntomas poco objetivables, pues la ciencia que salga de ahí será ciencia con muchísimos defectos. Alguno dirá… menuda gilipollez, yo se diagnosticar perfectamente  a un esquizofrénico. No, campeón, tú sabes reconocer síntomas incorporados convencionalmente a la categoría semántica esquizofrenia. Una de las ventajas de la neurología es que es hermana de la psiquiatría y ya ha pasado por lo que está pasando ella. Los neurólogos, cuyos diagnósticos durante mucho tiempo (todavía hoy), se basaban en la semiología, pudieron ir comprobando en un azote de humildad, cómo las pruebas, la anatomía patológica, las necropsias, les quitaban la razón muchísimas veces. No os podéis imaginar la cantidad que hay de crisis epilépticas facticias o conversivas, la cantidad de demencias vasculares diagnosticadas de Enfermedad de Alzheimer, la cantidad de temblores esenciales diagnosticados de Enfermedad de Parkinson, la cantidad de crisis parciales diagnosticadas de ictus… la cantidad de errores diagnósticos que las pruebas han sacado a la luz. Y, aún con pruebas, algunos errores existen… Qué pasará sin ellas, sin sistematización. Si hay médicos que han tenido que, literalmente, probar el pis de la gente para saber si aquella sed  de la que hablábamos era una diabetes insípida o una diabetes mellitus, ¿qué hace pensar a los psiquiatras que la explicación de sus pacientes de sus delirios y alucinaciones auditivas es mejor que las descripciones que hacían los pacientes de su sed en aquel entonces?¿ Como llegan a la conclusión de que eso les va a guiar decididamente en el camino hacia el diagnóstico, que es el camino a la causa y al tratamiento, sin bajar a la arena y probar el pis de sus pacientes?

Y seguimos con la tesis… la homogeneidad de la esquizofrenia, del trastorno bipolar o del trastorno obsesivo compulsivo, por poner algunos ejemplos, es, métanselo en la cabeza, UNA ILUSIÓN. ¿Que, cómo lo se?. Hace un tiempo unos señores le pusieron a una enfermedad en la que los pies y manos estaban débiles o tenían deformidades, el nombre de Charcot–Marie-Tooth. Era una sóla enfermedad y miren en qué se ha convertido esa homogénea enfermedad. Hubo otro tiempo en que había una cosa llamada diabetes mellitus (esto ya era después de haber probado el pis), ahora no parece que sea tan fácil (más allá de los dos subtipos clásicos). Hubo otro tiempo en que había algo llamado epilepsia, miren en qué follón se ha convertido. En otro tiempo hubo una enfermedad súper-específica llamada distrofia de cinturas. Fíjense cómo era de específica. Y algunos pensarán, claro, es que pasa lo mismo que en el DSM-V. Y yo les digo, no. Pasa exactamente lo contrario. De unos diagnósticos genéricos basados en la semiología (pongan aquí esquizofrenia), la irrupción de la clasificación minuciosa (los neurólogos parecen coleccionistas de mariposas), de las pruebas complementarias, de la genética y del conocimiento de la fisiopatología, han llevado a que se descubra una plétora de causas diversas para el mismo síndrome. Hasta el punto de que, a veces, lo que era una enfermedad psiquiátrica como la epilepsia (todavía hay quien así lo considera) hoy tiene causas autoinmunes, genéticas, tóxicas, vasculares, metabólicas, degenerativas, traumáticas… Imagínense que meten en un Genome Wide Association Study a todos los pacientes que tienen el diagnóstico semiológico de epilepsia. ¿Qué pasaría? Que no saldría nada (o casi nada), como pasa en la esquizofrenia. Pero el lost in diagnosis no es el único problema de la psiquiatría. El fundamental es, en mi opinión, como decía arriba, el lost in science. No me refiero con esto a toda la psiquiatría. Me refiero a una gran parte de la psiquiatría, especialmente de mi entorno, pero, obviamente, cada vez hay más gente dedicada a combatir eso.

Y vamos al meollo… Entre los psiquiatras está sorprendentemente arraigada la noción de que, en realidad, la biología no tiene un papel fundamental en las enfermedades psiquiátricas. Peor: Algunos niegan la existencia de enfermedades psiquiátricas. Eso es muy curioso por dos razones: La primera porque si nos ceñimos al concepto convencional de «enfermedad», cualquiera que haya visto SUFRIR  a un depresivo melancólico, a un esquizofrénico o un TOC, reconocerá que eso son enfermedades. La segunda es que, si aceptamos que son enfermedades, y negamos su origen biológico, es aceptar, en pleno siglo XXI, el dualismo cartesiano (en qué tesituras nos encontramos todavía). Si no existe un alma fuera del cuerpo, no se entiende cómo el cerebro (del que emanan todas las funciones complejas sociales, conductuales y emocionales) pueda ser el único órgano que no enferma. Si otras funciones superiores, radicalmente fundamentadas en el cerebro y impresionantemente moduladas por el ambiente como el lenguaje, desaparecen al enfermar el cerebro, ¿cómo explicamos que no suceda con otras funciones superiores?.  Yo lo veo más de esta manera… dado que yo, con mis ojitos, no puedo ver el CO2 de la atmósfera, eso quiere decir que sí, que hay cambio climático, pero el CO2 no es la causa. Las herramientas, amigos, son muy importantes (además de los diagnósticos). Porque, cuando uno ve que la esquizofrenia tiene una heredabilidad del 81% mientras una enfermedad, absolutamente «biológica» como el infarto de miocardio no llega al 30-50%, pues da que pensar. Algunos dirán, oye, pero si has dicho antes que en los GWAS de la esquizofrenia (he cogido este ejemplo y ya no lo suelto) ¡no sale nada!. Bueno, porque el no ver nada no sólo puede pasar cuando no hay nada, sino cuando no miras bien (que se lo digan a nuestras madres). Eso depende de tus herramientas… Si tú descartas que la genética pueda jugar un rol en una enfermedad con una heredabilidad del 80% porque las odds ratio de los GWAS son ridículas es que no tienes ni la más remota idea de ciencia. Y ahí es donde está el problema. Los GWAS miran variantes comunes, polimofismos o SNPs. ¿Qué pasa si miras variantes raras?. Pues que el Nature de esta semana te dice, en dos artículos, que muchas mutaciones claramente disruptivas (y no pocas con poca influencia), que además afectan particularmente a redes sinápticas, pueden jugar un papel importante en la esquizofrenia. Explicado más llanamente. ¿Qué pasaría si en una enfermedad decididamente hereditaria, monogénica, mendeliana, como el Charcot-Marie-Tooth que hemos visto antes hiciéramos un GWAS? Pues que no saldría nada…o, perdón, quizá saldría que las odds ratio de cada gen encontrado son muy bajas. ¿Por qué, si es hereditaria?. Porque Charcot-Marie-Tooth es una categoría semántica, no patológica, que incluye en su interior, decenas de enfermedades diferentes causadas por mutaciones diferentes. Si tú buscas la «causa» (luego iremos a ese concepto abstracto) del Charcot-Marie-Tooth, lo que encuentras es nada, porque a la naturaleza, si le preguntas por un concepto semántico que tú, gracias a tus percepciones, sentidos y bagaje ideológico, te has inventado, te responde que manzanas traigo…que le preguntes algo en su idioma y que traigas un traductor que entienda. Que te preguntes por qué tanta heredabilidad perdida.

Y sigamos profundizando… dentro del Charcot-Marie-Tooth no todo es lo mismo, claro que no, el gen más frecuente es el PMP22 que se presenta con un fenotipo, pero hay otros genes con fenotipos diversos, mas o menos parecidos, causados por decenas de genes. Pero hay algo aún más interesante y que me gusta como «metáfora». Dependiendo de cómo sea la mutación, un defecto en el PMP22 se puede manifestar como Charcot o como susceptibilidad a las parálisis por presión. Desde el punto de vista semiológico, cosas casi en las antípodas. Desde el punto de vista patogénico, misma enfermedad. Un gen con una función concreta y poco glamourosa que disfunciona y que, según como sea el daño en él, se manifiesta de forma radicalmente diversa. Con un matiz… es un gen que en uno de sus fenotipos, para que éste se manifieste, requiere de un factor ambiental necesario. En la susceptibilidad a las parálisis por presión hay un factor externo precipitante, la presión, el golpe, la compresión del nervio. La gente no tiene un pie débil habitualmente por cruzar las piernas un rato largo. Esta gente sí. Y esa susceptibilidad, aparentemente relacionada con un factor ambiental, tiene una base genética, hereditaria, monogénica, mendeliana (autosómica dominante, para ser exactos). Supongo que ya sabéis dónde quiero llegar.

En ningún caso argumento que la esquizofrenia (insisto, podría utilizar otros ejemplos) sea una enfermedad hereditaria, sino que, como no puede ser de otra forma y los datos experimentales apoyan, tiene una clara base biológica y que si todavía no se entiende dicha base es que las herramientas no son adecuadas. Pero, como en todas las enfermedades de todos los tipos y todos los órganos, el ambiente juega un papel clave. En las enfermedades complejas, entre las que se encuentran muchas de las psiquiátricas, eso es fundamental, pero también en las hereditarias, como hemos visto antes. Lo que se llama «variabilidad alélica» va, precisamente, de eso. De que, o bien por la influencia de otros genes o bien por la influencia del ambiente, el fenotipo resultante no tiene por qué ser homogéneo ni siquiera en las enfermedades más determininistas como las hereditarias. Una influencia clara es el ambiente. Y además, el ambiente influye en las enfermedades, en multitud de ocasiones, independientemente de la causa de base. Por seguir con ejemplos neurológicos, un epiléptico, independientemente de la causa de su epilepsia, puede ver empeorar dramáticamente su epilepsia en el contexto de alcohol o drogas, de falta de sueño, del ayuno… eso aunque la causa original de la epilepsia sea hereditaria, autoinmune o vascular. Es decir, que haya eventos estresantes, emociones, situaciones personales o, incluso, motivos socio-económicos que influyan en la aparición o manifestación de una enfermedad es algo perfectamente normal en otras enfermedades. En algunas de ellas, como la epidemia de obesidad y diabetes de los EEUU, las variables ambientales pueden ser claves. En otras, el efecto del ambiente puede ser muy marginal. Pero los factores ambientales son, en contadísimas ocasiones, la causa suficiente. ¿Qué quiero decir? que aunque el estudio de los factores ambientales y aspectos no-biológicos de una enfermedad sean importantes, no sustituyen, o no lo deberían hacer, al estudio del resto de variables, incluidas (y fundamentalmente) las biológicas. La diabetes tipo II puede tener un gran componente ambiental, sin embargo su tratamiento efectivo se realiza con fármacos que, implican un conocimiento del funcionamiento de la homeostasis de la glucosa. Nuestras estrategias deben incidir en los factores ambientales en tanta medida como sea oportuno, pero a nadie se le ocurre dejar de lado la vertiente biológica. Por dos razones: porque por un lado hay factores ambientales inmodificables. Nuestros allegados van a seguir falleciendo, seguirá habiendo bancarrotas y seguirá habiendo malos tratos. Y porque por otro lado, a pesar de erradicar el factor ambiental, la «enfermedad» puede autoperpetuarse o permanecer y requerir, igualmente, de un tratamiento biológico. Si la estenosis es del 95% da igual que dejes de comer bollicaos, te tienes que hacer una endarterectomia o ponerte un stent si no quieres tener un infartazo.Exactamente lo mismo en Psiquiatría. De ahí que negligir los aspectos biológicos, en realidad, sea negligir a los pacientes. En todas las enfermedades existen recursos que se dirigen al abordaje de los distintos aspectos de la enfermedad. A bote pronto, en el abordaje, manejo y alivio de las enfermedades neurológicas juegan un papel: rehabilitación, fisioterapia, terapia ocupacional, ortopedia, logopedia, genética, inmunología, bioquímica, neuropsicología, farmacología, enfermeria, servicios sociales… es decir: MEDICINA. Lo mismo ocurre con la diabetes o con el lupus. Su abordaje jamás se piensa (o no debería) desde el reduccionismo biológico pero la potenciación del resto de recursos y herramientas no mina en absoluto, como sí parece hacerlo en la psiquiatría, su naturaleza eminentemente biológica.
En este sentido creo que gran parte de la culpa la tiene (tambien en otras disciplinas) el pensar en términos de «causas». Hay enfermedades con causas claras (pongamos, la polio). Pero incluso en esas enfermedades su aparición depende, en realidad, de una compleja red de factores. Desde la biología de sistemas se están haciendo enormes avances en la modelización de las enfermedades de todo tipo superando el paradigma de «una causa, una enfermedad» de la misma forma que se modeliza la climatología o la tectónica de placas. Problemas complejos requieren aproximaciones originales (y complejas), no la negación del problema. De nuevo, la psiquiatría no es, en absoluto, una excepción.

Finalmente, una cosa curiosa de la Psiquiatría (al menos desde algunos ámbitos) no es ya que se niegue siquiera la existencia de enfermedad psiquiatrica, sino que todavía hoy, eso constituye una corriente aceptable desde algunos sectores del mundo académico. En gran parte, esas corrientes prentenden eliminar el estigma que supone la enfermedad psiquiátrica. Bajo esa perspectiva, el paradigma biológico, supondría un mayor estigma que otro tipo de abordajes. De nuevo, como punto de partida, creo importante desmitificar, de nuevo, la peculiaridad de la psiquiatría. Toda enfermedad comporta un estigma. Algunas más que otras, pero no, de ninguna manera, las psiquiátricas más ni en mayor medida. Podríamos hablar desde una perspectiva histórica de lo que supuso la lepra o la peste (ejemplos radicales de estigma), pero desde una perspectiva actual yo puedo hablar del tremendo estigma social y laboral que supone el diagnóstico de esclerosis múltiple. La adición de la «etiqueta» y su divulgación por parte de los pacientes a su entorno, supone un cambio drástico en su calidad de vida. Pueden estar perfectamente asintomáticos, mantener sus tareas habituales, sus amigos… pero su calidad de vida cae, entre otras cosas por cómo el entorno (familiar, laboral, etc) reacciona. Es decir comporta un estigma. Si les quitáramos la etiqueta, si nunca se la dijéramos, esa parte de sufrimiento desaparecería. De hecho, una de las recomendaciones más enérgicas suele ser que el diagnóstico, a no ser que sea estrictamente necesario, no salga del entorno más inmediato. Si alguien está bien, no tiene por qué sufrir por algo innecesario. Sin embargo, si bien quitando la etiqueta podemos aliviar cierto sufrimiento, quitar la etiqueta no elimina la enfermedad. Si la enfermedad se manifiesta causará, por si misma, sufrimiento. Hay muchísimos pacientes diagnosticados de EM. Muchos jóvenes, como en las enfermedades psiquiátricas. El sufrimiento derivado del estigma se ha de tener en cuenta, dentro del abordaje integral que mencionabamos antes. Pero no hay paciente menos sufridor que el que no tiene síntomas o cuyos síntomas no le condicionan su vida diaria. Y eso no se consigue quitando las etiquetas. Algunos pacientes consiguen estar sin síntomas y sin tratamiento, otros necesitan terapias endovenosas agresivas para conseguirlos y otros tienen síntomas todo y con tratamiento. Desgraciadamente es así. Es decir, que haya pacientes que puedan tener unas pocas de alucinaciones encapsuladas y que no necesiten tratamiento no difiere en nada de quien tiene unas parestesias que no le molestan y que no tratamos habitualmente. El bordaje personalizado forma parte del ars médica, de ser proporcionado y de la máxima hipocrática del primum non nocere. Ahora, que esa flexibilidad, algo habitual en todas las enfermedades, desde la hipercolesterolemia (tratable con dieta, con fármacos o con cirugía bariátrica) hasta la espondilitis anquilosante (tratable con piscina, con indometacina o con adalimumab), lleva a una enmienda al paradigma bio-médico psiquiátrico me parece una barbaridad.  Dicho esto, en todas y cada una de las especialidades médicas hay buena y mala ciencia, buena y mala farma, tratamientos farmacológicos y tratamientos complementarios pero sólo en la Psiquiatría esas polémicas llevan a cuestionar la naturaleza de la ciencia misma.

En la Psiquiatría, a veces, da la sensación de que hay que tomar partido. El abordaje psico-social y el biológico se valoran como una disyuntiva. Incluso con manifiestos y posicionamientos de nombre atractivo, que en otras disciplinas serían impensables. Es decir, de nuevo, la ideología. A veces, pero esta es una impresión personal, tengo la sensación de que es precisamente esa dialéctica, esa necesidad de ideologización, la que motiva a algunos psiquiatras, lo que les aleja decididamente del resto de disciplinas. Tanto en formas como en «mindset«. La Neurología va en el penúltimo vagón del tren de la medicina, pero siempre mirando hacia atrás a su hermana la Psiquiatría, cuyos revisores se pelean por si soltarla o no del tren. La Neurología aprende constantemente de la práctica psiquiátrica, pero ésta, en multitud de ocasiones, muchas más de las deseables, se empeña en independizarse, en desvincularse. Incluso, me atrevería a decir, se atreve a menospreciar los abordajes sistemáticos de sus disciplinas hermanas. Los neurólogos leemos neurología y bastante psiquiatría, pero, además de psiquiatría, ¿a quien leen colateralmente los psiquiatras? ¿Editoriales de revistas de Neurologia o los libros de Lacan? En la respuesta a esa pregunta se juega el progreso del último vagon de la Medicina y de los pacientes que van en él. El progreso de una disciplina genuina y puramente médica.

La Psiquiatría, a secas.

La felicidad según Romney…

No se como de justas o representativas son las elecciones en EEUU… lo que si que son, de lejos, es más divertidas:

 

La felicidad según Romney

Lastre del siglo XX que soltar (1): Nacionalismo

Hoy empiezo una nueva serie en el blog. Se trata de tratar de identificar aquellas ideas que arrastramos desde el siglo pasado (o mas allá) y que creo que son el lastre para que la sociedad evolucione hacia formas de gobierno y ciudadanía mas justas y más representativas de cómo se organiza (o se podría organizar) la sociedad en este siglo. Algunas de ellas forman parte de «los pilares de la democracia». Pero eso no me interesa ahora. Me interesa tratar de explicarme a mí mismo cómo determinadas ideas, algunas de ellas enormemente arraigadas, configuran la forma de ver el mundo de la gente y, en definitiva, las formas de organización social y cuáles son las razones que a mí me han llevado a criticarlas como causas directas de una buena parte de nuestros problemas actuales.

La primera de ellas, el primer lastre a soltar, es el nacionalismo. Es la primera porque es ubicua y versátil y, probablemente, sea la más dificil de desterrar. Y es la primera porque, por diversas razones, me ha ocupado bastante tiempo en mis discusiones con amigos y compañeros. Sirva de referencia para no tener que explicarme tantas veces y no tener que perder tantos interlocutores a la primera de cambio.

La primera razón por la que el nacionalismo es un lastre es por su propia naturaleza. El nacionalismo es una ideologia que nace del sentimiento, no de la razón. No es un constructo ideológico con un corpus teórico mas o menos académico que lo sustente (como pasa con socialismo o liberalismo) y unos objetivos razonados basados en los supuestos teóricos. El nacionalismo es la justificación de un status. Es la definición de unas características, generalmente innatas y comunes en una población y la elaboración de unas reivindicaciones basándose en la identificación con ese conjunto de características. No hay teoria que lo sustente y la prueba es que los nacionalismos no pueden ser inclusivos, sino antagónicos por naturaleza. En el conjunto «liberalismo» hay libertarios, anarcocapitalistas, minarquistas, liberal-demócratas, anarquistas…todos son subconjuntos de una propuesta teórica inicial que varian dependiendo de la interpretación de cada uno. Lo mismo sirve para el conjunto «socialismo»: hay comunistas, marxistas, leninistas, trotskistas, maoistas, socialdemócratas… Sin embargo es imposible que haya «interepretaciones» en el nacionalista. No hay cambios cualitativos. En todo caso los matices vienen por el «grado». Se puede ser nacionalista gallego moderado o radical. Pero no se puede ser nacionalista estadounidense y español. O catalán y español…Por tanto, si es una ideología basada en un sentimiento, un sentimiento que, además, es excluyente, no puede dar lugar a nada bueno. Como dice La revolución naturalista:

En particular, sabemos que las decisiones sentimentales e intuitivas no suelen funcionar mal del todo a escala personal, pero pueden acarrear consecuencias nefastas cuando se aplican a una escala social y política. Y la mera agregación de voluntades individuales con el intenso sentimiento de llevar la razón tampoco lleva a resultados óptimos.

El nacionalismo aprovecha las estructuras básicas del cerebro como un virus. Usa sus mecanismos para propagarse de forma universal y perdurar latente siempre. El cerebro tiene dos formas de conocer el mundo. Los sentidos, que proporcionan cantidades ingentes de información no sesgada y las emociones, que otorgan valor a esa información. Las emociones moldean el cerebro durante toda la vida pero con especial vigor en infancia y adolescencia. Es en esas etapas cuando aprendemos qué es lo importante en la vida, para que lo tengamos en cuenta cuando esas situaciones se vuelvan a suceder y tengamos una forma rápida de reaccionar. Nací en Valencia y llevo 8 años fuera de Asturias, de donde «soy». Pueden pasar siglos, que Asturias es y será mi referencia. Llevo un año fuera de Barcelona, pero no la echo de menos. Echo de menos a determinada gente de muchas partes, pero el entorno geográfico que echo en falta, el que tengo idealizado es Asturias. Para mí es el el disfrute de un territorio y unas costumbres, para otros la lengua que se hablaba en casa de sus padres, para otros el odio contra los que les masacraron…el nacionalismo es una emoción, como se puede deducir del hecho que una empresa multinacional de origen norteamericano la aproveche y canalice para mejorar sus ventas. Y como tal emoción, nada bueno para tomar decisiones que requieran del uso no sesgado de la razón.

La segunda razón por la que desterrar el nacionalismo de nuestras vidas es la que más me interesa. El nacionalismo es la forma más barata, eficaz y rentable que tienen determinados grupos de poder para apelar todo un conjunto de ciudadanos y que estos respondan en su favor. Como ya explicábamos en un post anterior, el nacionalismo es el anillo de poder que los une a todos, el toque de arrebato que congrega al pueblo en torno al que toca la campana. El nacionalismo permite, de manera simple, desactivar cualquier amenaza a los gobernantes y sus oligarquias. Si tu eres español, yo soy español y hay un ataque contra España y yo soy tu gobernante, tu, para defender tu España tienes que estar con tu gobernante. Y, si no, eres insumiso, antipatriota, traidor…alguien deleznable. Alguien que no forma parte de esa comunidad. Alguien anti-español. Los nacionalismos, aunque explotan particularidades históricas, culturales o raciales, reproducen territorios administrativos. Es decir reproducen las estructuras de poder. Y eso es así y no al revés. Es decir, no aparecen los nacionalismos porque haya unas características culturales a priori que, despues, definen un Estado o nación. Si eso es así, ¿cómo se entiende que exista el nacionalismo Argentino si sus características culturales, físicas, de lenguaje, etc eran básicamente idénticas a las de sus metropoli?¿Cómo explicamos que unos señores con cara de andaluces, acento andaluz y costumbres andaluzas, puedan estar convencidos de su madre patria británica?¿Cómo puede ser que cuente como ciudadano estadounidense y se defienda dicha ciudadania con fervor tanto para alguien de Maine como para alguien de Puerto Rico, dónde hablan y viven de otra manera, o de la isla de Guam, que está del otro lado del Pacífico? En resumen, el nacionalismo es la justificación de un status, de un interés. Y el status puede estar recubierto de cultura, de raza, de territorio o de historia, pero no deja de ser un status. Y como es una justificación, adopta mil caras diferentes dependiendo de qué es lo que se quiere justificar. Hay muchos nacionalismos, pero yo me voy a referir a tres. Los tres que he vivido y los tres que han formado mi opinión al respecto. Los tres como arquetipos de la forma en que el nacionalismo nos nubla la razón. Seguro que hay ejemplos mejores, pero estos son los míos.

1. El nacionalismo omnipresente: el catalán

El nacionalismo catalán es el nacionalismo que sirve para todo. Es un nacionalismo multiusos. Es un nacionalismo explícitamente agresivo y con tentáculos en toda la sociedad. Siguiendo la lógica de la descripción precedente, el nacionalismo catalán se basa en el sentimiento de pertenencia a «els Països Catalans«, comunidad lingüistica y territorial que abarca las 4 provincias catalanas más la Comunidad Valenciana, Baleares, Andorra, la franja de Aragón, el Rosellón y la Cerdaña francesas y, según algunos otros, el Alghero en Cerdeña. Todo es según los propios nacionalistas (que no según los habitantes de esos otros territorios). Los más puristas reivindican esa metanación inventada como constructo pero dónde de verdad es patente (ya que en Valencia o Baleares, por ejemplo, gobierna su nacionalismo antagónico y en Alghero o el Rosellón les puede dar un patatús si les dicen de unirse a ellos) es allí dónde la casta, la oligarquia, se ha decantado por esa identidad para conseguir más poder. En Cataluña, con la excusa de «la promoción del idioma» se tiene en vereda a los medios de comunicación. Con la excusa de un complot se puede ser un oasis del robo perpetuo. Los políticos que, en mi tierra, por definición, son unos «comiones» y gente a escrutar de cerca, en Cataluña convocan ellos mismos manifestaciones contra su propia ineptitud negociadora. En Cataluña, echar la culpa a España con los peajes de las autopistas, cuando es el propio partido nacionalista mayoritario el que recibe comisiones de las empresas concesionarias y el que ha alargado las concesiones a esas mismas empresas, en Cataluña la izquierda no es universalista, es nacionalista, racista, clasista y echa una mano al ladrón cuando hace falta en pro de la «nación». En Cataluña gobierna sus sistemas sanitarios un señor y sus secuaces que vienen de la patronal del negocio sanitario y unos amigos que la saquean pero la culpa de los recorte la tiene que no haya pacto fiscal. Y, si… en Cataluña se defiende, durante décadas, que las rentas pertenecen a los territorios. A los territorios dependientes de la casta en cuestión. Que Cataluña tenga un déficit fiscal no se debe a que haya más empresas afincadas, más renta per cápita, en definitiva, mas dinero, igual que sucede, seguramente por las mismas razones, en Madrid. No. En Cataluña el panadero que cobra 1000 euros al mes y paga al Estado exactamente lo mismo que paga al Estado el mismo panadero del barrio de Vallecas, tiene tanto derecho a reivindicar el botín del expolio cómo el que vive en Pedralbes. En Cataluña el nacionalismo no (sólo) es sociológico, forma parte de la red clientelar. Desde las subvenciones a asociaciones cívicas pro-sistema, hasta, como decimos, los diarios generalistas. Eso en positivo… pero además tiene la parte punitiva: la de multar por rotular en el idioma que te de la gana, la de no contratar artistas que no se plieguen a las circunstancias políticas, la de menospreciar con tópicos a los trabajadores de otras regiones… En suma, en Cataluña se vive el nacionalismo institucional a cara de perro. Y, lo peor de todo, se vive como una necesidad. Como la única forma de reivindicar unos derechos. Por eso, siguiendo el silogismo perfecto del que hablábamos antes, si criticas alguno de los aspectos que la oligarquía considera «esenciales» de Cataluña, criticas a Cataluña y por extensión a todos sus habitantes y por tanto eres un anti-catalán. Por suerte eso, aunque flota en el ambiente de cualquier conversación política eso no influye en las relaciones personales, sólo en las relaciones con la administración y en el discurso oficial.
2. El nacionalismo clásico: el español

El nacionalismo español es el de muchas otras naciones-estado en el mundo. Parece no estar pero impregna buena parte de la actitud de los dirigentes y, al ser menos exigente en sus posiciones, cautiva mucho más a sus habitantes. Es un nacionalismo menos explícito que el anterior, pero igualmente dañino para la razón. Como es un nacionalismo menos explícito es más difícil deshacerse intelectualmente de él. Pero también es necesario soltar ese lastre. El nacionalismo español se basa, más que en la lengua, cómo el anterior, en la pertenencia al territorio geográfico conocido como «España». Como culturalmente ese territorio es diverso incluye la posibilidad de acoger multiples «nacionalidades» y reconoce derechos lingüisticos a otras. Pero eso es sólo cuando esas otras se muestren dóciles. Si no, se toca a arrebato de nuevo. Y ahí es dónde los nacionalismos clásicos son más evidentes. El nacionalismo español no necesita reivindicarse en cada aspecto de la sociedad porque ya tiene el control. Todo es, por defecto, español. Por eso no impregna la cultura con subvenciones, ni los diarios por ser escritos en esa lengua (sino por ser afines al grupo oligárquico del momento), ni a las asociaciones por defender un tipo de cultura… sin embargo, si el partido de la oposición pacta, de forma legítima, con los representantes de otras comunidades autónomas es que quiere romper España, si se nos exigen unos requisitos económicos de solvencia es que Alemania y el Banco Central Europeo nos tienen manía y no nos quiere ayudar, si otro país nacionaliza una empresa multinacional en la que tiene participaciones la red clientelar que conforma la oligarquia española hay que usar todos los recursos del Estado y la opinión pública para menospreciarla, si el pueblo pasa hambre es porque la pérfida Albión no nos devuelve Gibraltar, si hay que aguantar impuestos, recortes y rescates es porque nosotros somos españoles, los bancos rescatados son españoles y hay que compartir el esfuerzo y apretarse el cinturón, si los vecinos del norte se rien con unos guiñoles porque nuestro deporte, en verdad, necesita una revisión seria de la politica antidopaje, es que nos tienen envidia… Mientras el nacionalismo explícito usa a la población para que la oligarquía consiga privilegios, el nacionalismo clásico la usa, sobre todo, para no perderlos. Para, en tiempos de crisis, aglutinar a la población en torno al gobernante. Hay tantos ejemplos como Estados…desde Argentina y las Malvinas hasta China con el Tibet…Por supuesto, la no asimilación de dichas arengas implica la traición tambien, como en el anterior. Tan perverso como el anterior anulando la capacidad crítica y como cualquier otro nacionalismo, tambien hemos de desterrarlo.

3. El nacionalismo sutil: el estadounidense.

El estadounidense es un nacionalismo clásico en toda regla. Si cabe uno de los más potentes. Pero no me voy a referir a ese tipo de nacionalismo. Me voy a referir a otro que es menos evidente pero, para mí, igualmente nacionalismo. Sucede en otros muchos sitios pero, quizá, en Estados Unidos aparezca con mayor claridad. Se trata del nacionalismo que atribuye virtudes generalizadas a sus habitantes por la pertenencia a dicho territorio. En este caso las oligarquias utilizan las supuestas virtudes de la nación cómo argumentos para mantener sus privilegios. Por ejemplo… America «is the land of the free» y eso, tan genérico, sirve como argumento para que el Estado no pueda inmiscuirse en las vidas de los ciudadanos y proveer y pagar por la Sanidad cuando, en realidad, significa que los que se benefician del negocio no quieren perderlo por nada del mundo. La Consitución americana, de la que emanan todas esas virtudes, acoge el derecho a protegerse con armas, aunque nadie se defienda de los atacantes con armas y eso sea injusto, ineficaz, peligroso y conlleve tasas de muerte por arma de fuego 10 veces superiores a las de paises homólogos en su pais y en el vecino del sur. Pero lo que de verdad significa es que el lobby del armamento (bajo la NRA) usa ese texto mitológico como coartada para defender sus intereses concretos. El prototipo de hombre americano es el de «el hombre que se hace a sí mismo», aunque no cuenten si se hizo a si mismo por los recursos que ya tenia, porque tuvo suerte o porque tenia una talento extraordinario o aunque no digan cuanta es la proporción de hombres que se hacen a sí mismos. Pero ese ideal es el que hace que la gente se mantenga contenta con el sistema politico. Si no llegas a «hacerte a ti mismo» no es porque no puedas acceder a la educación en igualdad de condiciones que los pudientes, o que hayas caido enfermo y tengas que dedicar tus sueldos íntegros a pagarte tu salud o que vivas en Colorado en vez de en Silicon Valley… no, es porque no lo mereces, porque el país bien que te da las oportunidades. Recuerda, es «la tierra de los libres». No sólo eso, es la tierra bendecida por Dios. Una de las tierras prometidas. Pero ¿de qué America estamos hablando? ¿De la próspera, liberal y con altos impuestos como en Massachussetts, de la conservadora Utah, de la aún más liberal California o de la pobre, retrógrada y con bajos impuestos Arizona?

Con todo esto lo que quiero recalcar es que, como charlabamos hace un par de dias con @medicocritico, las explicaciones simples de la realidad suelen ser las utilizadas por los que tienen intereses en que no se sepan las explicaciones detalladas, pormenorizadas, matizadas… Las explicaciones simples de la realidad las usan los vendedores de humo, los religiosos, los magufos…y los nacionalistas. Cualquier nacionalismo es un tópico, una simplificación de una realidad compleja. Por eso, si bien se puede defender y fomentar la lengua que quieres hablar en tu comunidad (sin necesidad de depreciar otras, por cierto), si bien se puede mostrar simpatia e incluso animar a la selección española por afinidad, si bien se puede argumentar que los bajos impuestos atraen empresas, si bien se pueden reivindicar la abolición de los peajes o de los toros… todo eso no tiene ninguna relación entre sí. Cada propuesta es una y concreta y se enriquece con el debate, se propone en la comunidad y se aprueba o no siguiendo los mecanismos institucionales adecuados. Cuando lo que se hace es apelar a un sentimiento genérico para reivindicar cualquier cosa, lo que se hace es devaluar el argumentario para conseguir la reivindicación concreta. Si, además, eso supone la coartada perfecta para las oligarquias, tenemos la mezcla perfecta para la confrontación, la incomprensión y la ineficacia.

Por tanto, primer lastre a soltar, las cosmovisiones nacionalistas para explicar una realidad mucho más compleja.

PD: como se que me van a llover por ambos lados: Trolls, ahorrense la rabia, por favor y traten de leer con calma.

La nostra força

Entre la homofobia, la xenofobia de toda la vida, la xenofobia sutil, el aprecio por videos con banderas modelo Riefenstahl sean elecciones actuales…

… o pasadas…

… y los carteles electorales de otra época…

… me va a costar encontrarle el lado amable al partido más votado en Cataluña.

Internet somos nosotros… no Steve Jobs

El otro día Versvs publicaba un post-resumen perfecto de lo que está pasando en Internet… Hoy, la muerte de Steve Jobs ha puesto de rodillas a el mundo entero. El mediático, el 2.0, el político y el espiritual… No es que sea una estrella del rock, un futbolista o un gurú. Siendo pionero, teniendo grandes ideas y llevando su empresa al control absoluto y a marcar la tendencia en tecnología móvil Steve Jobs es, entre otras cosas, uno de los principales defensores de un internet privativo, restringido y controlado por los proveedores, de servicios y de contenidos. Es por ello que, que el mundo se haya rendido a sus pies, por mas que nos duela, sólo puede dar miedo. Invito a todos a re-leer el post de Versvs y a ver el siguiente vídeo, incluido en el post, que nos recuerda que Internet somos (y la hemos hecho entre) todos. Y que si cuatro corporaciones (Apple, Google, Facebook y Twitter) se convierten en únicos canales de interrelación entre nosotros estamos bien jodidos. Internet ya no seremos nosotros, serán ellos, dejándonos hacer lo que ellos quieran.

Me gustaría pensar que si hubiera sido Tim Berners-Lee el fallecido la comunidad cibernética se hubiera sentido tan en duelo como hoy. Pero, seguro, no hubiera sido así. No queda más que seguir intentando inculcar que internet es de todos, la hacemos todos y todos tenemos un compromiso con su mantenimiento, enriquecimiento y vigilancia de los excesos que contra ella se cometan.

El video:

¿Estado de alarma?

Vale que se hayan pasado, pero la respuesta apropiada a un trabajador que se rebela es el despido, la suspensión de empleo y sueldo, la demanda… ¿En serio hay que proclamar el estado de alarma?. ¿Penas de cárcel por sedición, que curiosamente es de lo que acusan,tambien, a Assange?. Yo creo que esto va mas allá y es una muestra más de «la descomposición» de los estados nacionales. Hoy se ha abierto la veda de la excepción, ya sólo hay un pequeño paso para generalizarla a otros ciudadanos, si los intereses de las redes clientelares están en peligro. Wikileaks, ataque al euro, crisis, controladores… las excusas empiezan a acumularse y mañana serán los parados, los jubilados o los estudiantes. Aunque hoy parezca que luchamos contra los controladores lo que hemos visto es la verdadera cara del Leviatán del que hablábamos ayer. Y hay que decidir si estamos del lado de los controladores o del otro lado. Aunque los echaría a todos de sus trabajos, claramente, de parte de los controladores.

La selección de la nación de al lado…

En todos las ciudades importantes de todos los paises que juegan el mundial hay pantallas gigantes repartidas por las calles para ver a su selección. En todas las capitales de provincia de España hay instaladas pantallas gigantes para ver a la selección. En muchas ciudades de segunda y pueblos de España hay pantallas para ver la selección. Será poco intelectual y mas o menos estético, no digo que no pero, al final, la gente responde de esta manera:

Celebrando cuando cabe.

En Barcelona no hay pantalla. El alcalde no la pone. Y no la deja poner a otros. El «paisaje urbano» dice. Pero resulta que sí las puso en otras ocasiones. Osea que vamos a empezar a sospechar que no sea por eso.

Anulada la anterior, se me ocurren dos explicaciones:

– Que poner una pantalla para ver a la selección pueda provocar una «contramanifestación» de independentistas radicales y altercados. A quien deberían de proteger es a quienes quieran ver el partido y no que los que siempre montan gresca al respecto se salgan con la suya.

– Que la gente de Barcelona pase de España y de su selección ya que, no es una nación con la que se sientan representados. Eso es lo que piensan los políticos, pero, como pudimos comprobar en la «Nit Blanca de Montjüic», parece que la selección tuvo bastante éxito en la ciudad esa noche. En El País lo relataban en directo. Los organizadores llegaron a tener «miedo» por lo que estaba pasando. De «no mas de un centenar de personas por escenario» pasaron, a partir de las 11, a más de 90000 en total. Parece entonces que la selección tuvo éxito, pero en la «clandestinidad».

De todas formas, algún medio, como El Periódico, tenía una explicación alternativa mucho mas creíble:

«La juventud de la mayor parte del público explica que los escenarios no se animaran del todo hasta rondando la medianoche»

Los políticos municipales, al menos, reconocían que «no se esperaba el tirón tan grande de la selección»

¿Como era lo de la sociedad catalana por los políticos? ¿Desafección?. Desafección es la que tienen ellos (y los medios oficiales) por sus ciudadanos…y no al revés. Y por eso son tan ilustrados (en el sentido de «por y para pero sin») que pierden la oportunidad de oro que les da la selección de poner una pantalla, unas cuñas publicitarias insertadas y recuperar así algunos votos. Aunque la que juegue sea la selección de la nación de al lado, que más les da.

Garzón

Como no nos podemos fiar de los diarios «serios» de la misma forma que no nos fiamos del Marca o el Sport, y como hay gente por ahí dispuesta a explicar…

Como los problemas no tienen soluciones ideológicas sino concretas, lógicas, matemáticas, jurídicas, técnicas o científicas y en la política y los medios priman, interesan y, lo que es peor, venden, más las primeras…

Como los diarios «serios» que leo están sospechosamente beligerantes a uno y otro lado (es decir, interesados)…

Como, a pesar de las advertencias de los ilustrados, nuestras instituciones jurídicas están contaminadísimas por la política y, aún así, ejecutan de forma sorprendente y «transpartidistamente» unánime

Como, cuando menos, es atípica la presencia sistemática de un juez en los medios siendo su inmediato perseguidor en fama una persona que no concede entrevistas…

Como tengo, por genética y educación, grabado a fuego que las causas no sólo han de SER justas sino tambien PROCESARSE de forma justa…

Como imputar a alguien no es sentenciarlo como culpable sino darle la oportunidad de defenderse de unas acusaciones…

…me gustaría recomendar, por un momento, el abandono de la pancarta y la lectura atenta:

Los errores de Garzon. Obtenido via La Revolución Naturalista

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