La privatización del esfuerzo común

Hace un par de semanas discutía con algunos compañeros el tremendo salto adelante que los nuevos fármacos contra la hepatitis C supondrán en un plazo breve para su control. Estamos hablando de fármacos que determinan una respuesta sostenida en hasta el 98% de los pacientes que los toman, sin grandes efectos secundarios (al menos, así sucede en los ensayos clínicos). Pero esto no es sólo en la hepatitis C. Ya en su momento sucedió con el HIV y, con la llegada de las terapias específicas (anticuerpos monoclonales, inhibidores enzimáticos selectivos, proteínas recombinantes…), estos resultados disruptivos se extienden más allá de las enfermedades infecciosas. Sin embargo, está sucediendo una brutal paradoja. Cuando lo que uno esperaría es que los gobiernos quisieran aprobar, financiar y administrar a sus pacientes estos tratamientos cuanto antes, sucede todo lo contrario. Uno puede pensar que estos fármacos requieren de evaluaciones minuciosas y detalladas para evitar males mayores post-comercialización, y es cierto. Pero eso no explica que las enormes diferencias entre países en tiempos hasta la comercialización del fármaco. No he encontrado ningún estudio al respecto pero la experiencia personal en mi especialidad y los comentarios de otros compañeros me sugieren que los retrasos en la comercialización de algunos fármacos tienen mucho que ver con la incapacidad de los gobiernos de financiarlos. Porque si sus eficacias pueden ser francamente buenas, sus precios están fuera de toda proporción. Pondremos algunos ejemplos ilustrativos, que la gente oye hablar de «altos precios» pero vale la pena ponerle números:

– La enfermedad de Pompe, enfermedad mortal sin tratamiento, se trata actualmente con un enzima (alfa-glucosidasa) recombinante. Cuesta de media €300.000 anuales (digo de media porque se pauta por peso) .

– El tratamiento de la hemoglobinuria paroxística nocturna, enfermedad muy grave de niños y en la que el tratamiento ha cambiado dramáticamente su pronóstico, cuesta €350.000 al año

Alguien puede decir que esto son ejemplos anecdóticos, pero en realidad es la norma en todos los tratamientos nuevos. Alguien puede decir que esto son enfermedades muy raras, y es cierto. Pero veamos lo que sucede con una enfermedad 2 órdenes logarítmicos más frecuente

– El tratamiento con fingolimod o natalizumab para la esclerosis múltiple cuesta €25000 al año. Sólo en mi pequeña unidad (en mi ciudad hay otras 6 unidades de cierta entidad, alguna de ellas 5 veces más grande) llevamos 300 pacientes con esta enfermedad.

Y ahora llega lo mejor… esos espectaculares fármacos contra la hepatitis C que motivan la conversación que lleva a este post cuestan alrededor de los €60.000 euros por curso de tratamiento (12 semanas) o, cómo la llaman en EEUU, la pastilla de los mil dólares (imaginaos si se os cae una al suelo y se mete debajo de la nevera, qué dilema).

La hepatitis C infecta aproximadamente al 3% de la población mundial

Sacad la calculadora y echad cuentas. Los políticos ya la han sacado hace tiempo.

Es decir, el retraso en la comercialización de los nuevos fármacos de todo tipo no tiene que ver con sus ventajas o inconvenientes. Últimamente tiene que ver casi exclusivamente con su precio. Si no acaban de llegar al mercado no es porque se los estén mirando con cariño. Es porque las entidades financiadoras están ganando tiempo. Eso no sólo pasa allí dónde quien financia es el Estado, como en Europa. También pasa en EEUU en aquellos lugares en dónde es también el Estado el financiador, como las cárceles. Convengamos que llegará un día en que el sistema sanitario sí que será insostenible. No por los sueldos, no por los servicios, no por las infraestructuras…. sólo y exclusivamente por el precio de los fármacos.

Podríamos pensar que si una compañía pone un precio tan elevado es porque lo merece por haber innovado tanto y tan bien y de ahí que pueda disfrutar una merecida patente. Y, ahora sí, vamos a entrar en el tema que este post realmente quería tocar:

Eso es FALSO. Las patentes no protegen al más innovador. Las patentes son un monopolio que beneficia el que está mejor posicionado en el mercado, el que puede asumir el coste de patentar (que no es barato), el que tiene la infraestructura legal suficiente para retar, litigar y presionar, el que puede permitirse pagar cantidades enormes de una vez para comprar sus patentes al verdadero innovador o incluso para comprar compañías enteras sólo por su cartera de patentes. Ya lo hemos dicho en otras ocasiones, la patente no premia la innovación (no sólo no la premia, sino que la entorpece) y la innovación no necesita de patentes. Repitan conmigo: LAS PATENTES NO PREMIAN LA INNOVACIÓN Y LA INNOVACIÓN SE PRODUCE SIN NECESIDAD DE PATENTES. Las patentes son un artificio legal que garantiza unas rentas de posición que nada tienen que ver con la innovación. La extrema riqueza de las compañías farmacéuticas (pero esto es extensible a las tecnológicas, a las agroalimentarias, a las energéticas, etc, etc) se debe exclusivamente a que añadiendo una cantidad marginal, pequeña, de conocimiento a una cantidad brutalmente mayor de conocimiento disponible libremente, consiguen apropiarse económicamente no sólo del conocimiento por ellos añadido sino del añadido por todos los que han venido antes. Como decíamos en otros sitios, el capitalismo de las farmacéuticas se sustenta en el «comunismo de los científicos». Volvamos a dos de los ejemplos:

– ¿Son las farmacéuticas las que han descrito los síntomas, signos, hallazgos analíticos y anatomopatológicos o el pronóstico de la enfermedad de Pompe que describen en sus ensayos clínicos? NO ¿Son ellas las que han desarrollado las escalas para evaluar su gravedad que usan en sus ensayos clínicos? NO ¿Son ellas las que han descubierto que es una gluccogenosis? NO ¿Son ellas las que han descrito que se debe a mutaciones en la alfa-glucosidasa? NO ¿Son ellas las que han hecho la proteina recombinante por primera vez? NO…. ¿Qué han hecho ellas? Recopilar toda esa información, pulir un poco la molécula, envasarla y usar su posición en el mercado para distribuirla.

– ¿Han descrito las farmacéuticas las hepatitis? NO ¿los virus? NO ¿Fueron ellas las que, cuando esa hepatitis se llamaba no-A no-B, descubrieron el nuevo virus que, más tarde, se llamó «C»? NO ¿Describieron ellas los marcadores serológicos para detectarla en sangre? NO ¿Descubrieron ellas sus diversos genotipos? NO ¿Son ellos los descubridores de las polimerasas? NO ¿Secuenciaron ellas el genoma del virus de la hepatitis C? NO ¿Descubrieron ellas el papel clave de la proteina NS5A para su supervivencia? NO ¿Fueron ellas las que descubrieron los inhibidores de ese NS5A? NO…. ¿Qué han hecho ellas? Recopilar toda esa información, pulir un poco la molécula, envasarla y usar su posición en el mercado para distribuirla.

Y así hasta para cuántos ejemplos queráis. Toda, absolutamente toda la «innovación» aportada por las compañías farmacéuticas es, simplemente, la adición muy pequeña de conocimiento sobre el total de conocimiento necesario para llegar a ese hallazgo. Y eso, es así para las farmacéuticas, pero, como decía antes para todas las empresas «innovadoras» de otro tipo. Incluso las que más innovación ofrecen con menor coste, las de software, en gran parte están construido sobre cimientos que eran comunes, libres, accesibles para todo el mundo.

Uno de los objetos más bellos e innovadores según el mainstream, el iPhone, es en realidad un compendio de cosas creadas por otros, pulidas, bien envasadas y distribuidas. Podrían replicarnos que esas cosas estaban ahí antes pero sólo Apple supo darles ese plus que le hace innovador. Eso, primero, no es cierto, ya que muchos otros cacharros hacían cosas muy parecidas al iPhone, que sólo es una evolución (tecno)lógica más. Pero segundo, para ver clara la magnitud del engaño: ¿Acaso Apple inventó internet?¿El WIFI?¿el bluetooth?¿los acelerómetros?….¿Acaso Apple puso en órbita el sistema de satélites GPS?¿Fue Apple la que inventó el HTML o los navegadores web?¿Inventó Apple las cámaras de fotos, el teclado qwerty o los manos libres? NO. Démosle la vuelta… Apple supo hacer esa cosa tan bella pero… ¿para qué mierda sirve esa cosa tan bella sin internet, sin GPS, sin bluetooth, sin navegadores? Es más ¿son de Apple las aplicaciones por las que cobra diezmo? ¿Para qué sirve el iPhone sin aplicaciones?¿Por que digo diezmo?. Porque eso es lo que es Apple, una compañia bien posicionada que puede permitirse, limitando la competencia mediante patentes y otras rentas artificiales (de posición), de la misma manera que en su momento hacía el señor feudal, cobrar lo que quiera por algo que no han innovado ellos en la inmensa mayoría de su producto. Hay quien equipara a Jobs con Leonardo da Vinci, con una minúscula diferencia: Da Vinci no patentó nada. Y no por ello dejó de innovar y no por ello deja de ser reconocido como el gran inventor que fue.

Pero el meollo de la cuestión es, si las empresas privadas, aunque innovan, lo hacen sobre una cantidad ingente de conocimiento previo acumulado, ¿quien genera ese conocimiento masivo necesario para conseguir avanzar? En su mayor parte el Estado. No entendamos Estado como el aparato burocrático que organiza la vida de los ciudadanos. No, el Estado como empresa común de los ciudadanos. Como el obligatorio fondo de inversión al que todos contribuimos con nuestros impuestos. El Estado es el que asume el nada rentable negocio de la ciencia básica, de la exploración espacial, de la exploración de los océanos, de poner satélites en órbita… el Estado asume la mayor parte de la investigación epidemiológica, de la salud pública, de la investigación clínica no farmacológica…el Estado asume la inversión en renovables, en investigación climática y meteorología… por no hablar de lo básico, las infraestructuras, la educación (que es el capital humano de las empresas), la seguridad… Es decir, el Estado asume la investigación a largo plazo, la innovación más disruptiva, la más costosa y la que más riesgo tiene. Pero, una vez hecha toda esa inversión, los retornos que generaría la investigación más sencilla, más aplicada, más directa, la que se construye sobre todo el conocimiento previo acumulado, la que culmina la investigación básica, va a parar a manos privadas que, en muchas ocasiones, ni siquiera pagan impuestos a los Estados que les han proporcionado todo eso. Llevamos tiempo diciéndolo, pero para los que dicen que las TED Talks no valen para nada, aquí lo explican mucho mejor:

¿Quiero decir con esto que es el Estado el que tiene que investigar lo básico y lo aplicado y el encargado de desarrollar productos, llevarlos al mercado y darlos a conocer? Nada más lejos. Lo que quiero decir, algo que, por cierto, Mariana Mazzucato no dice en su video (aunque lo piense, está en TED Global, no puede cometer un sincericidio), es que son las empresas las que tienen que hacer muchas de esas cosas, pero no, de ninguna manera, a costa de cobrarnos sumas desorbitadas por nuestras medicinas y por nuestros avances tecnológicos. No a costa de quedarse con nuestra inversión en la empresa común de capital riesgo llamada Estado. Que hagan todo eso, pero que salgan a competir, a batirse el cobre en un mundo en el que la única renta de posición venga determinada por la propia innovación. En un mundo dónde la única ventaja competitiva no venga de leyes que protegen feudos (o, mejor dicho, a piratas) sino de la ventaja de ser el primero en hacer algo bien. En un mundo en el que no existan las patentes. Ninguna. La abolición de las patentes no nos sumirá en una época oscura sin ideas. El hacha magdaleniense, la rueda, el molino, Leonardo da Vinci, Internet y el Estado demuestran que, repitan conmigo, LA INNOVACIÓN SE PRODUCE SIN NECESIDAD DE PATENTES (Y LAS PATENTES NO PREMIAN LA INNOVACIÓN).

Sólo metiéndonos esto bien adentro en la cabeza, divulgándolo y exigiéndolo a todos los legisladores globales podremos, finalmente, acceder a tratamientos que curan la hepatitis C o mejoran dramáticamente el pronóstico de la Enfermedad de Pompe o la Esclerosis Múltiple.

querolus

11 comentarios

  1. Estando de acuerdo en muchos de los puntos, y sobre todo en la cuestión y las injusticias de fondo, la principal duda viene, como es lógico, de cómo sería la aplicación en «Lo real». Esto es:

    – De suprimirse todas las patentes, ¿cuál sería el margen de beneficio aportado exclusivamente por la «ventaja de posición»? ¿No sería excesivamente pequeño para la inversión realizada con anterioridad? (Aunque no en todas, esta inversión sí es elevada en bastantes invenciones, aun descontando los gastos derivados del proceso de patentar). ¿Sería esta ventaja suficiente como para no frenar la innovación, sea esta radical o no? ¿Existen datos o modelos que permitan predecirlo?

    – En otro post se habló de los gastos que suponían los ensayos clínicos, tremendamente costosos. En aquel momento se vio que, contrariamente a lo intuido, una parte significativa de ellos estaban realmente financiados por los propios estados, lo cual ahondaba en la injusticia del «comunismo» versus el capitalismo. Ahora, donde se aboga por un «comunismo» en la base del conocimiento que luego se transforme en «libre mercado» (no en monopolios favorecidos por patentes) se dice: «¿Quiero decir con esto que es el Estado el que tiene que investigar lo básico y lo aplicado y el encargado de desarrollar productos, llevarlos al mercado y darlos a conocer? Nada más lejos. Lo que quiero decir, algo que, por cierto, Mariana Mazzucato no dice en su video (aunque lo piense, está en TED Global, no puede cometer un sincericidio), es que son las empresas las que tienen que hacer muchas de esas cosas, pero no, de ninguna manera, a costa de cobrarnos sumas desorbitadas por nuestras medicinas y por nuestros avances tecnológicos.»
    La pregunta es en cierto modo similiar a la anterior, pero con matices: ¿sería ese libre mercado competitivo, únicamente con una diferencia (en principio) marcada por la inicial ventaja de posición, suficiente para evitar ese incremento de precios sin frenar la innovación? Ante la imposibilidad de proteger los productos, ¿no esperarían a los datos aportados por los propios estados para luego ejercer una inversión con menos riesgos? Y además: ¿ese libre mercado no sería peligroso también? Las grandes compañías tendrían siempre ventaja sobre las pequeñas a nivel de facilidad de producción y distribución, y no sería extraño que las desplazaran o engulleran y que incluso se llegase a acuerdos de precios con las rivales.

    Fdo: Debate Interno.

    • A ver «Debate Interno». Te contesto por partes…

      – No se si existen datos respecto a cual será el coste de eliminar todas las patentes. Lo que si hay (ver post (P)atentar contra la vida) es estudios de que patentar no mejora la innovación sino que la retrasa (es decir, lo contrario). La ventaja de innovar y, especialmente, de innovar en terrenos caros uy dificiles es que, muy probablemente, tus competidores tendrán que hacer la misma inversión que tu haces para llegar a conseguir el producto (luego pongo ejemplo). Es decir, no existe el caso de algo muy caro de producir e investigar que luego resulte muy barato de copiar. El tiempo que los demás invierten en conseguir la infraestructura, el personal experimentado y el producto final es el que tu has ganado para ir comercializando el producto innovador. Está lleno el mundo de ejemplos, pero en particular el mundo del software. Hay multitud de herramientas que hacen mas o menos lo mismo. Da igual que Google+ sea mucho mejor como red social que facebook. Facebook llegó antes y triunfó mas. Y copiar un software es muchisimo mas fácil que copiar un fármaco. La Coca Cola puede ser un ejemplo más banal pero igualmente válido. Y el que de verdad nos interesa… las patentes del interferon beta para la EM hace años que finalizaron. Nadie lo ha copiado aún. Los fármacos biológicos no son fácilmente copiables, de ahí que no necesariamente nadie te va a copiar el fármaco. Y aunque eso suceda, tú ya habrás ganado mucha ventaja en el mercado y rentrabilizado la inversión. Por otro lado, muy importante, cuando lo que vas a «innovar» no es una verdadera innovación o no aporta una ventaja sustancial respecto a lo existente, las compañías decidirán no seguir por ese camino. Es decir, la innovación se hará más eficiente.

      – El segundo párrafo es fácil de contestar. Los ensayos no son tan caros, numero 1 (si no de qué iba el Estado a financiar tantos). Otra cosa son los ensayos que plantea la industria que tienen unos costes asociados de promoción, de incentivos, etc que encarecen el total. Pero lo que quiero decir con ese párrafo es que, incluso en el caso de las cosas caras, las empresas podrían establecer alianzas con los estados para estudiar el fármaco pero que sean ellas las que produzcan y distribuyan con un coste que, obviamente, incluya margen de beneficio (no dejan de ser entidades lucrativas). Financiamos a partes iguales el ensayo pero luego el precio será más bajo (que es lo que propone Mazzucatto) o, al menos, una parte del coste servirá para financiar futuros ensayos o aliazas. Eso es independiente de las patentes. De hecho ese tipo de alianzas se puede hacer con varias compañias farmacéuticas a la vez. Lo que no puede ser es que las farmacéuticas actúen chantajeando al Estado, que es lo que sucede ahora poniendo el precio que les viene en gana. «Como solo yo tengo este producto protegido por una ley tuya, te pongo el precio que me sale de las narices para conseguir márgenes estratoesféricos»
      Respecto a la segunda parte… puede ser, como te decía antes, que no interese hacer todos los ensayos que ahora se hacen y que las faramcéuticas sólo hagan los que de verdad les van a suponer una ventaja competitiva por el hecho de innovar pero, en cualquier caso yo no diria que eso desincentiva la innovacion, sino que la hace más eficiente. Se investgará solo en lo claramente disruptico, permaneciendo (como ahora, por otro lado) el Estado como invesstigador de lo no disruptivo o de lo comparado (hablo unicamente de los ensayos clinicos). Por ejemplo, el rituximab puede ser un fármaco muy disruptivo para la esclerosis multiple. Por otro lado el natalizumab tambien. Las compañias no hacen nunca ensayos comparados, no les interesa. Es ahi donde el Estado entra, financiando ese estudio comparativo que le puede ayudar a decidir cual es mejor… En definitiva las farmacéuticas aportarian la investigacion rentable, el Estado aportaría la investigación de los matices.

      Hay mil ejemplos de que las patentes, en realidad, no protegen nada. Los fármacos de la HepC son un ejemplo (hay 4 muy similares en fases avanzadas de investigación) clarísimo. Qué causalidad que 4 compañías diferentes lleguen a conseguir moléculas muy parecidas simultáneamente (a pesar de las patentes). De lo que estamos hablando no es de proteger la idea, sino la posición. Esas 4 compañías compiten entre sí pero están blindadas a cualquier agente externo que quiera meterse en ese mercado. Esa es la madre de las discusiones.

  2. Mi más sincera enhorabuena por el post.
    Seguro que lo has leído pero, en el fondo, hay una batalla campal entre las grandes farmacéuticas por el jugosísimo negocio de la hepatitis C. http://www.efe.com/noticiasDWJ/detalle.aspx?id_dowjonestextos=269348
    No soy un experto en esto, pero hasta donde me llega estamos ante la primera ocasión de la historia donde se privatiza el conocimiento (patentar). Y no se patenta con otro interés que el que ahora rige todo: la especulación. Ni nos importan los hígados, ni sus portadores, ni nada… la pasta. Un conocimiento que, sin remedio, está basado en el conocimiento de generaciones y generaciones que lo aportaron sin esperar grandes cosas a cambio. Si Gutenberg hubiera hecho lo mismo con la imprenta, no sé qué sería de nosotros.
    Es evidente que los estados deben defender a sus ciudadanos de situaciones como esta. La amenaza de quién va investigar es vieja estrategia, la del miedo.
    Los hindúes se saltaron las patentes de los fármacos para el SIDA (para poder salvar la vida de los infectados del tercer mundo) y no llegó el apocalipsis ni se ha dejado de investigar por eso. Si todo lo que se puede hacer es «callar y pagar», a la próxima se llevan hasta las piedras y, en efecto el sistema es definitivamente insostenible.
    Si algo me dele de todo esto son dos cosas:
    – Los pacientes y la utilización del sufrimiento
    – Hasta que no nos ha tocado de cerca, no hemos sabido como lleva años y años el tercer mundo
    Lo dicho, enhorabuena.

    • No había leido ese comentario de el Wall St Journal, pero en realidad lo que pasa en la Hepatitis C es sólo un ejemplo más. Desde hace años suceden estas cosas. El problema es que hacía mucho tiempo que no había fármacos claramente disruptivos en ninguna enfermedad de las mayoritarias. Sí en muchas de las minoritarias, pero el tema no ha saltado a la palestra hasta que no han pasado estas cosas en una enfermedad mayoritaria. Ese tipo de noticias refuerzan la noción de que, en realidad, las patentes no están para proteger la innovación (qué casualidad que haya varias compañías que inventan el mismo tipo de fármacos al mismo tiempo y compiten por el mercado), sino para proteger posiciones. Sobre todo para proteger su posición respecto a competidores menores. Si los competidores están al mismo nivel en poder e influencia es cuando aparecen estos contenciosos. No es una cuestión de innovar, es una cuestión de proteger mi posicion en el mercado.
      Por supuesto lo que comentas de que en medio están los pacientes es lo fundamental… Pero no lo olvidemos, no sólo porque son pacientes, sino porque ellos (y sus conciiudadanos) han financiado con sus impuestos la mayor parte de los hallazgos que preceden la comercialización de la molécula que les puede salvar. Es decir, no es una cuestión de caridad, es una cuestión de justicia. O, si lo queremos expresar en términos mercantilistas (como les gusta a las farmacéuticas), es una cuestión de recogida de beneficios. Obviamente producir y distribuir un fármaco tiene un coste que se ha de pagar. El problema es que el coste se establece de forma completamente arbitraria, por un lado y, por otro, muy importante, en un mercado sin competencia. Como sólo yo, protegido por una patente, tengo este fármaco que salva vidas, vais a pagar lo que a mi me venga en gana. Y esté bien que la empresa juegue sus cartas, pero entonces quitemosle la patente para que siga teniendo el fármaco pero tenga que batirse el cobre con hipotéticos competidores. El coste entonces tenderá al coste real de producción y distribución del fármaco y no al coste que a ellos les pase por las narices poner.
      Es un asunto en el que las asociaciones de pacientes, en mi opinion demasiado centradas en «su» enfermedad y muy poco políticas, deberían tener como bandera. El objetivo no debería ser que el Estado me consiga el fármaco que es bueno para mí y los demás que arreen (en particular los pobres de las enfermedades minoritarias) sino atajar las causas de que no puedas conseguir ese fármaco por su elevado precio. Ese es el quid de la cuestion.

    • Excelente resumen del estado de la cuestion en el campo de la creación artística…muy muy bueno en el análisis y en las soluciones planteadas. Respecto a la parte de si los científicos producen «propiedad intelectual», escribimos hace un tiempo una pieza con un argumentario similar al expuesto por tu post. La idea fundamental es, las patentes teóricamente incentivan la innovación y, sin embargo, en el campo más innovador con diferencia, que es el de la ciencia, no hay ningún tipo de preotección, embargo o limitación de uso de las creaciones intelectuales de sus autores, los científicos. Lo puedes leer aqui: http://lacienciahacker.wordpress.com/2012/06/17/el-exitoso-experimento-de-un-mundo-sin-patentes/

Responder a querolus Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.