antroposcopio

Oteando ideas, actitudes y comportamientos

#TwitterOFF

En Mayo de 2011 me fui de Facebook. Hace una eternidad y sin embargo tengo la sensación de que allí pasé una eternidad. No he tenido ni la más remota sensación de estar al margen de lo que sucede, de haber dejado de contactar con amigos, de no saber qué hace la gente en su tiempo libre, de haberme perdido algunas conversaciones o eventos… Porque, en realidad, la interacción es nula, porque no son amigos, no son relaciones, no son eventos, no son conversaciones… Lo que sucede en Facebook, cómo lo que sucede en Las Vegas, queda en Facebook. No cuenta en la vida real.

Salí de Facebook y me metí en Twitter. Eso era otro rollo. Ahí podías seguir a gente super interesante de primera mano, sin que te aceptaran, sin pedir permiso. Gente de la que eras fan, gente divertida…Mejor dicho, avatares de gente interesante, avatares de gente admirable, avatares de gente divertida….

Ahora me voy de Twitter. El detonante final de la decisión, igual que en Facebook, un enlace descontextualizado y una apelación («¿Qué os parece?») sin esfuerzo de matización, contextualización, réplica o contraréplica en un grupo de amigos de WhatsApp (la argumentación que sigue es igualmente válida para WhatsApp pero éste sirve para otras cosas). Las razones de irme son diversas, ninguna original y todas muy similares a las razones que me sacaron de Facebook. Podrían resumirse en que Twitter es un sumidero de tiempo colosal. Sin embargo hay algunos matices ya que Twitter, para algunas cosas, es sustancialmente peor que Facebook por una razón: mientras Facebook se utiliza para fines eminentemente de ocio, cotilleo, relaciones personales entre gente ya conocida de antemano, Twitter se utiliza como herramienta política y  divulgativa.Twitter es la herramienta que utilizan el activismo, la ciencia, la política y el «pensamiento» para convencer.

A mi también me convenció la idea. Llegué a pensar que ese nivel de relación, distribuido, con igualdad de oportunidad de mencionar a tu amigo del alma o a el POTUS, había cambiado para siempre la comunicación. Ya no habría «broadcasting» sino horizontalidad. Nada más lejos. La revolución no será tuiteada y, lo que es peor, lo que se tuitee jamás llegará a revolución. Un revolución (que se lo pregunten al independentismo) es algo sólido, algo que genera cambios reales en vidas reales. Una revolución, por tanto, requiere de amplios consensos, requiere de una conversación previa para asentarlos, requiere de matices, de inclusividad, de concesiones…requiere de algo más que la suma de vocecitas en 140 caracteres. Pero no sólo eso… la idea, como yo mismo tuve, de que Twitter es, en sí, una herramienta de la revolución pendiente, no es sólo incorrecta: es un oximorón. Desde el sofá no hay revolución. No, en el mundo no #ensmiren por el hecho de que consigamos un trending topic.  Al contrario, el hecho de que pensemos que conseguir visibilizar una reivindicación a través de twitter es, en sí, un logro, hace que olvidemos que el logro es el logro y salir en manifestación sin tener, siquiera, que llevar paraguas, es una cosa bien distinta. La manifestación, presencial en la calle, como su equivalente cibernético (como la colecta del Domund, como la firma de manifiestos, como la bandera en la ventana…) son, de hecho, las herramientas más potentes de desactivación de voluntades. Pura cultura de la adhesión. De la misma manera que ver la bandera del vecino en la ventana no convence e, incluso, genera rechazo abierto, está por nacer aquel a quien una discusión en Twitter le haya convencido de algo.

duty_calls

Tampoco sirve Twitter de gestor de enlaces y recomendaciones que es como algunos lo venden. No entraré en detalles, pero para eso, incluyendo la posibilidad de hacer diarios enteros dedicados a un tema, hay una cosa llamada enlace RSS que le da cientos de miles de vueltas a Twitter. No sólo eso, sino que en Twitter no se encuentran enlaces interesantes sino que los enlaces vienen impuestos desde el timeline. En Twitter no se gestionan enlaces interesantes a los que has llegado por una búsqueda activa con un propósito sino que únicamente se asigna relevancia a enlaces que vienen ya impuestos, en la mayoria de los casos desde medios convencionales, desde aparatos de «broadcasting» tradicional. Al final, cómo siempre habrá algo interesante que leer impuesto desde el timeline, la búsqueda propia, el descubrimiento o la reflexión independiente no se producen nunca. No en vano Twitter congenia a la perfección con la televisión tradicional, con sus tiempos y formas, especialmente en aquellos programas supuestamente activistas. Es decir, las lecturas que se producen son exactamente igual de pasivas que en la TV tradicional, el discurso sigue los tiempos de los mass media de forma irremediable y el papel del usuario es de mero repetidor de los mensajes emitidos desde las cuenta que generan la mayor parte del tráfico de Twitter. En definitiva, desde el punto de vista informativo, una herramienta brutalmente homogeneizadora del discurso, al mismo nivel de los mass media tradicionales con los que se complementa a la perfección, pero que aporta la falsa sensación de estar aportando algo a la comunidad.

Twitter sólo tienen un sentido útil: el rito, la comunión, la puesta en escena de sentimientos comunes. Sin embargo, lo que ahí sucede, para ser real, para ser verdadero, ha de acompañarse de hacer cosas, algo mucho más costoso, humilde, difícil y parcial pero que tambien, cuando es con otros, puede ser rito y comunión y, a la vez, proporciona sensación de relevancia. Hacer no parece muy revolucionario y sin embargo lo es. Poner pequeñas piezas: cambiar de banco, de compañia eléctrica, pagar con IVA, escribir, afiliarse, hacer voluntariado, ofrecer la casa o las habilidades, usar cada compra como acto político y, ojo, conversar.

Hemos llegado al meollo y la situación política actual me viene al pelo ya que es en Twitter dónde la perversión dela conversación se ve con mayor nitidez. Hay quien lo ha escrito mucho mejor pero se puede resumir en que conversar es un acto que requiere esfuerzo. Conversar es un  acto, como bien dice la brillante campaña de El País, exclusivamente humano:

Y no porque lo sea el acto de conversar (llamar la atención, «piar», como en Twitter, es algo que hacen casi todos los animales, algunos de forma muy similar a los humanos), sino porque conversar es mucho más que «comunicar», que llamar la atención «piando». Conversar es empatizar, es ponerse en el lugar del otro. Conversar es escuchar, dejar de lado la tentación evangelizadora, tan proclive al totalitarismo. Conversar, dentro de unos principios universales, no tiene líneas rojas, no tiene a prioris y es la única herramienta capaz de generar consensos amplios que sirvan de base sólida de progreso. Que sirvan para construir, aunque sea paso a paso, pieza a pieza, rama a rama, como en cualquier acto derivado de la razón.

tree

Conversar, por tanto, es exactamente lo contrario de lo que sucede en Twitter. En Twitter sucede el diálogo de besugos. ¿Quién no se ha visto envuelto en hilos de conversación de estos en los que te asalta una pereza enorme tener que explicar por qué dices eso, de dónde viene, cuales son las fuentes, que lo que dices tiene una base argumental, buena fe y un contexto? Como Quim Brugué decía un día de estos…

Y digo que me viene bien la situación política porque conversar, conversar largo y tendido, con tiempo para pensar, para documentarse, para leer entre líneas, conversar con ánimo de llegar a construir algo duradero, con vocación de universalización pero sin tentaciones evangelizadoras, conversar intentando convencer pero sin desprecio, sin posicionamiento cerrado, conversar sin que se exija adhesión o escarnio, sin que la discrepancia sea la línea roja sino el punto de partida, sin que lo común sea reivindicado sino compartido, señalado y celebrado es, exactamente lo contrario de lo que ha sucedido en las últimas campañas políticas, hechas a medida de Twitter pero con formato televisivo, dirigidas desde dónde siempre y con resultado final de «a ver quién es el guapo que da el primer paso en mostrarse generoso«.

Dejo Twitter para intentar conversar más. Antes lo hacía. Lo hacía porque había gente que escribía. Había gente inteligente que pensaba en voz alta con posibilidad de borrar y editar, de reescribir y repensar. Y esa gente, que en algunos casos está bastante en Twitter, ya no lo hace (o no tanto).  Antes conversábamos en MedOviedo, lo hacíamos en 20000 caligrafías, en Versvs, en Médico Crítico, en Las Indias, aquí mismo… Y esa gente, que en algunos casos ha ganado notoriedad tuitera (irrelevancia que satisface momentáneamente), debería volver a escribir. Porque de esas conversaciones se derivan cosas reales, proyectos necesarios que Facebook y Twitter truncaron porque lo fácil y aparentemente igual de útil, era meterse en Twitter a «conversar», a convencer, a predicar. A mencionar y retuitear. Sin darse cuenta de que la insoportable levedad de Twitter hacía volar la necesaria, costosa, esforzada y duradera gravedad del conversar. Como dice Santiago Alba Rico en este programa imprescindible de Carne Cruda: cambiar consumo por trabajo, cambiar el tiempo de la narración por el de la digestión. Ser partícipe de algo que, como tener un hijo, requiera más dedicación, más compromiso, más generosidad, más esfuerzo…

Ir a descargar

El tiempo dirá si, a la larga, dejar Twitter conlleva o no ser participe de una conversación más dedicada que, a la larga, cómo todas las cosas que requieren esfuerzo, desde publicar un artículo científico a hacerse autónomo, genere mayor y mejor sensación del paso útil del tiempo. Mayor y mejor sensación de vivir. En Twitter eso no es ya así (y nunca lo fue) y no vale para otra cosa que no sea confundir. Así que, que comience la conversación que lleva aparejada un hacer, un compromiso, un tejer, para que acabemos construyendo las catacumbas a las que se refiere Carla, personaje de una historia que ya podría escribirse como crónica y no cómo novela. Personaje que teje y hace. Que conversa y hace y asume que hacer, para que sea revolucionario, ha de ser a escondidas del foco, sin trendings. Que asume que ha de ser poco a poco y que, a veces, el compromiso llega a ser tal que exige la propia vida, el tiempo propio (más tiempo propio), cómo fianza:

Si empezásemos a construirlo todo, las comunidades, las cooperativas, las okupaciones, las expropiedades, las redes, las nuevas relaciones, si fuésemos mutando, tal vez la guerra luego no tendría que ser cruenta ni larga ni dejar todo devastado, a lo mejor sería sólo el avance de quienes han sabido cultivar y mantener cada tramo ganado al mar. Si lográsemos que desertaran de sus ejércitos, de sus comisarías, de sus cajas fuertes. O si fuéramos tantos que vencernos significara arrasar el país por completo, cada una de sus calles. Si lográsemos construir catacumbas de superficie pero no imaginarias sino reales, calles superpuestas a las calles, como hay pistas de baile sobre los descampados.

El comité de la noche, Belén Gopegui

Para ser tantos en la misma dirección, en el mismo sentido, cada uno ha de dedicar mucho a poco. No mucho a todo. Así que, manos a la obra.

#TwitterOFF

1 Comentario

  1. Excelentes reflexiones para comenzar el año…Nunca conocerás la huella que dejan en tus lectores.
    En mi caso, ayudan a crecer la ilusión y esperanza.
    Un abrazo

Responder a Nines Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

© 2024 antroposcopio

Tema por Anders NorenArriba ↑