Era subir por las escaleras y, cuando el suelo del primer piso estaba a la altura de los ojos, tenía que decidir si una o la otra. La convencional actitud, la imagen corporativa tan «lobby» y la cuidada maquetación, es decir, como siempre, la Estética, de la una, me hacían refugiarme en el desorden temático, la confrontación del tabú, la maquetación sobria, las portadas metafóricas y la redacción libre de la otra. La revista universitaria que no era la superpop, lo más de lo más de la Universidad. No era excusa para publicidad. Había que leerla, discutirla, desenmarañar las asociaciones libres que algunos redactores creían que entenderíamos.
Era la mejor de las dos (y digo era porque mi universidad, gracias a mí, no a dios, ya pasó). Revista, mochila, amigos, y a la playa, cafetería o casa de Vitín a jugar a la Play.
El único mundo académico de la Universidad tirado en el rellano del hall de la facultad. La lección que la generación, el alumno, le daba al profesor en papel prensa. Una de tantas formas de salir adelante a pesar de la desidia intelectual de la Universidad.
Y ahora retomo las pesquisas. Nostalgia, ya se sabe. Y me doy cuenta de que en ese «comité» editorial (lo de comité no le sentará bien a alguno), todos los nombres me suenan. Osea que, navegue por donde navegue siempre Nasser, Enrique, David, etc. Me los encuentro en cada cala en la que fondeo desde que aquel 2003 (¿sólo?) Internet (te quiero) reunió a 8 o 10 frikis descontentos de la política convencional y supuesta a los jóvenes, a través del foro de la web de las Juventudes del CDS. Me los encuentro pero con la insignificante diferencia de que yo sólo me aprovecho, diaria y particularmente, de lo que ellos generan. No sólo están de acuerdo entre sí y conmigo, además, tratan de convencer de convencidos que están de lo que hacen. Y, de convencidos que están, hacen revistas (plantéatelo tú, listo). La mejor revista de la Universidad y de la red.